Recuerdo de María Dolores Arana, exiliada en México
María Dolores Arana era la primogénita de una familia profundamente tradicional, religiosa y acomodada de Guipúzcoa. Nació en Zumaia el 24 de julio de 1910, hija de Victoriano Arana y Remedios Ilarduya. Su padre era administrador de la aduana de dicha localidad. A causa del nuevo destino de Victoriano Arana, administrador de aduana de Irún, la familia regresó a la casa familiar de San Sebastián, donde María Dolores creció junto a sus ocho hermanos. Agobiada por el ambiente familiar, pronto entró en contacto con los círculos intelectuales. Todavía en San Sebastián, junto con otras amigas pintoras como Menchu Gal o Mari Paz Angoso, se integró en la sociedad GU, una sociedad gastronómica y cultural, ubicada en Angel 13, refugio de artistas e intelectuales, encabezada por José Manuel Aizpurua, el arquitecto que diseñó el edificio del Club Náutico de Donostia, preeminente miembro de Falange. Jesús Olasagasti, Juan Cabanas y otros frecuentaban esa sociedad, varios de los cuales compartían ideas con Aizpurua aunque también asistían otros artistas como Mauricio Flores Kaperotxipi y habían sido invitados además de Jose Antonio Primo de Rivera, Federico García Lorca, Max Aub o Picasso.
Dolores siguió en un principio los pasos de su padre y se presentó a las oposiciones para el cuerpo auxiliar de aduanas, pero también fue a Madrid a estudiar Filosofía y Letras. En 1935 publicó su primer libro de poesía, Canciones en azul (Zaragoza: Cierzo), y colaboró en distintas publicaciones de la época, como la zaragozana Noreste o la barcelonesa Hoja literaria. A pesar de trabajar como auxiliar de aduanas durante un tiempo, Arana quería presentarse a las oposiciones como profesora de literatura, pero el estallido de la guerra impidió que iniciara la carrera que la acercaría más a su vocación literaria. Arana inició su trayectoria literaria durante la II República. Con la guerra afloró su conciencia más política y consiguió aunar ambas inquietudes trabajando como secretaria de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura. Durante la guerra trabajó también para el gobierno republicano y prestó sus servicios en Caspe, donde conoció a quien sería su pareja, José Ruiz Borau —cuya identidad cambiaría más tarde en Francia adoptando el apellido Arana, José Ramón Arana—, líder de la UGT, entonces consejero de Obras Públicas y después de Hacienda en el gobierno autónomo de Aragón. Su compromiso con el gobierno de la República la obligó a marchar al exilio, junto a su compañero José Ramón Arana, en enero de 1939.
Después de una estancia en Francia, concretamente en Bayona, durante la cual su compañero estuvo recluido en el campo de Gurs y donde nacería su primer hijo, Juan Ramón, marcharon a América desde el puerto de Marsella, gracias a la ayuda de la norteamericana Margaret Palmer. Primero tuvieron que pasar algunos meses en Martinica, en la República Dominicana y en Cuba antes de recalar finalmente en México, en 1942. En Martinica precisamente nacería su segundo hijo, Federico.
Los primeros años en la ciudad de México fueron extraordinariamente difíciles. Para sobrevivir María Dolores Arana tuvo que emplearse como fabricante de colonia, como vendedora de golosinas, como comerciante de muñecas o como profesora particular de piano. Trabajó también como maestra en algunas escuelas, entre ellas el Colegio Madrid, fundado por exiliados españoles. No obstante, al mismo tiempo, continuaba su labor literaria en revistas del exilio como Aragón o Las Españas, con reseñas de libros y otros artículos de índole cultural, firmados con el seudónimo Medea.
Tampoco abandonaba su actividad poética, y así en 1953 publicó en el exilio su segundo libro de poemas, Árbol de sueños, con prólogo de Concha Méndez. Se trata de una poesía muy intimista, de un pesimismo marcado por las duras circunstancias del exilio, la cual surge como arma para la introspección. La soledad, la nostalgia y cierta tristeza son los rasgos predominantes del poemario, contrapuestos a destellos de optimismo y de vitalidad que explican finalmente la perseverancia en la poesía y en la vida. Por otra parte, su rigor y gran capacidad intelectual le posibilitaron colaboraciones en diversas publicaciones mexicanas.
En 1960 Arana y su compañero José Ramón se separan. Este episodio se sumará al dolor que le causaba el exilio. Su único refugio fueron entonces los libros y sus dos hijos. Su vida tuvo un gran paralelismo con la de su amiga, la también poeta, Concha Méndez. Al llegar a Cuba los Arana habían conocido a Concha Méndez y a Manuel Altolaguirre, amistad que se afianzaría posteriormente en México al reencontrarse ambas familias. Arana compartió inquietudes y experiencias con Méndez, lo cual les llevó a una admiración mutua que se puede observar en los prólogos a los poemarios que ambas poetas publicaron en México. A esta amistad se le añadió el poeta Luis Cernuda quien, desde su llegada a México, vivió en casa de Concha Méndez, a la cual fue muy asidua la propia Arana. Concha de Albornoz se sumó también a este círculo de amistad.
Las dificultades económicas remitieron un poco cuando hacia 1960 entró a trabajar en un taller de redacción de la Facultad de Economía de la UNAM y, sobre todo, cuando algo más tarde la contrataron como correctora de estilo en la Secretaría de la Presidencia de la República. Allí escribía discursos, llevaba a cabo investigaciones culturales para la presidencia, y traducía y corregía artículos.
En 1966 publicó Arrio y su querella, un breve libro de historia de la filosofía cristiana, en una colección de cuadernos de lectura popular editados por la Secretaría de Educación Pública. En la misma colección publicó más tarde otro título sobre la figura de Recaredo. Por otra parte, desde su estancia en La Martinica se había interesado por el vudú y la magia negra; fruto de este interés publicó en 1987 un libro sobre ello que tituló Zombies. El misterio de los muertos vivientes (México: Posada).
Nunca dejó de estar conectada intelectualmente con el País Vasco y España. Trabó amistad con distintos poetas y escritores del interior, con quienes mantenía correspondencia, y, a partir de la muerte del dictador, hizo algunos viajes en los que priorizaba sus estancias en la casa familiar de San Sebastián. A partir de 1961, y por mediación de su amigo Luis Cernuda, colaboró en la revista Papeles de Son Armadans, dirigida por Camilo José Cela, con quien entabló una larga amistad. Tal como le señaló el propio Cela, Arana asumió el papel de cónsul de Papeles… en México, por lo que ésta le mandaba periódicamente reseñas de libros de autores mexicanos.
Arana no volvió a España hasta después de la muerte de Franco. En el verano de 1976 realizó su primer viaje al acompañar a su hijo mayor al Festival de Cine de San Sebastián. En los 80 hizo algún viaje más y gran parte de su estancia la pasaba en la casa familiar donde había crecido. Pasados algunos años se trasladó a vivir con su hijo Juan Ramón a Hermosillo, al norte de México, donde falleció el 5 de abril de 1999.
Mar Trallero
Nota bio-bibliográfica completa en el apartado «Biografías».